Sólo la música que me gusta, me llega, me parece necesaria. Toda esa música que, con frecuencia, los medios se empeñan en impedir que escuchemos, pese a que, con mucha frecuencia, es la más valiosa.

jueves, 25 de enero de 2007

Moustaki, escritor



Yo soy tu, yo soy yo, soy quien se me parece
Y me parezco a aquellos que hacen juntos el camino
Para buscar alguna cosa y para cambiar la vida
En lugar de morir por un sueño insatisfecho.

(De “Je suis un autre”)

Un gran letrista de canciones no es necesariamente un buen escritor. Son muchos los profesionales de la canción que lo saben o lo intuyen. Debe ser por eso por lo que se abstienen generalmente de escribir otra cosa que canciones, o acaso poemas que nunca llegan demasiado lejos. El arte de la canción, limitada en su duración y siempre bajo una férula firme en su métrica y rima para que ‘funcione’, es -como subrayaba Jacques Brel- un arte menor. El corsé es demasiado estrecho para permitir las libertades que requeriría una genuina ambición artística.

¿Pero qué ocurre con lo que se queda en el tintero, con todo aquello que a la vocación creativa del compositor le gustaría contar y que no admite el estrecho margen que ofrece una canción? Georges Moustaki lo convierte en relato. Sus libros tienen menos éxito que sus discos, pero llegan a un público que no necesariamente está interesado en el cantante-compositor y en su mundo.

Siete cuentos fronterizos es el tercer libro del meteco por excelencia (Le méteque fue su primer éxito en 1969). En 1973 publicó en colaboración con la periodista Mariella Righini Questions à la chanson (Preguntas a la canción), que constituye una reflexión en cierta medida amarga acerca del ‘show business’. “El show -escribe- es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos del business”.

En 1988 aparece Les filles de la memoire (Las hijas de la memoria, como calificaba la literatura griega a las musas), libro autobiográfico, presidido por la ternura, en el que evoca su infancia y sus influencias, entre las que destaca Georges Brassens, su amigo, de quien toma el nombre (el real era Yussef) y a quien dedicará la canción Les amis de Georges. El brasileño Jorge Amado, autor del prefacio del libro, es otro de los referentes. A su través conoció el cantautor la música brasileña, a la que desde entonces regresa periódicamente.

En Siete cuentos fronterizos (el título original en francés sería más justo: Siete cuentos del país de enfrente), que acaba de ver la luz en castellano y catalán, Moustaki ahonda en una herida que le acompaña desde su infancia: la guerra interminable en Oriente próximo.

Nacido en la mítica ciudad egipcia de Alejandría (ver biografía) en tiempos en que el país se hallaba bajo dominio británico, hijo de un librero judío sefardita procedente de la isla griega de Corfú, se crió en un ambiente cosmopolita y feliz. En su ciudad coexistían sin conflicto variedad de lenguas, culturas y religiones. Él, por influencia de la francofilia paterna, recibió su educación en francés y Francia (París, para ser más exactos) se convirtió prontamente en el centro del que siempre ha partido aquí o allá, en su eterno vagabundeo de ciudadano del mundo.

A Moustaki le duele personalmente la tragedia de Oriente próximo. Su utopía personal, que tiene al individuo como centro y subraya que todo nos une como hombres más allá de lo que nos puedan separar las naciones, las ideologías, la fe o los intereses, se enfrenta a la dura realidad desde la parábola. Eso es lo que son los cuentos de su libro: parábolas que abren agujeros en los muros, transforman a Abraham en Ibrahim y hablan de la fatalidad generada por el odio, que nace a su vez del prejuicio, la ignorancia o el malentendido.

La crítica francesa dirige este libro a los lectores jóvenes. Yo creo que no hay edades para sumergirse en estos breves relatos nacidos de la sentida reflexión sobre una realidad que a todos nos golpea y sobre la condición humana, que, lejos de aprender las amargas lecciones de la historia, parece siempre dispuesta a un brutal baño de sangre.

P. S.: En el vídeo, Moustaki interpreta 'Sans la nommer' (Sin nombrarla), un homenaje a la Revolución Permanente.

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